Oración enviada por xanitutinax hace 5 años
Oh gloriosos San Simón y San Judas; Apóstoles
del Señor; a quienes la Iglesia celebra unidos;
a vuestra intercesión acudo confiado.
Oh glorioso San Simón llamado el Cananeo o el Zelota,
“celoso por servir al Dios único con plena entrega” que
te distinguiste por un celo ardiente por la identidad judía
y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la
Ley divina. En tu elección veo como a Jesús no le
importan los diferentes grupos sociales y religiosos,
sino que a él le interesan las personas.
Haz que yo, sacerdote de Cristo, me caracterice también
por mi celo a Dios, a sus mandamientos, a la Iglesia , a
las almas… que mi corazón abrasado de amor de Dios
irradie el Evangelio a todos hasta los confines de la tierra.
Oh glorioso San Judas Tadeo, "magnánimo" que en la
última cena preguntaste al Señor:
“¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y
no al mundo?".
También nosotros preguntamos al Señor:
¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su
gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios?
¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos?
La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice:
"Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará,
y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él".
Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo
también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su
morada en nosotros.
El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en
nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone
un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.
En tu carta, San Judas nos enseñas a conservar la fe recibida,
ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para
disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros
hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo
divisiones dentro de la Iglesia "alucinados en sus delirios".
Enséñame a permanecer fiel a la fe recibida, al Magisterio de la
Iglesia, a las enseñanzas del Papa…
No permitas que los sacerdotes seamos “nubes sin agua
zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces
muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que
echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a
quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre”;
sino que defendamos la fe con todo nuestros empeño,
esforzándonos en el estudio y la predicación.
Haz que como tú, yo viva en plenitud la fe, en la integridad moral
y en la alegría, en la confianza y, por último, en la alabanza.
San Simón el Cananeo y San Judas Tadeo ayudadme a
redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe
cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo
con serenidad.
Amén.
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