Oración enviada por xanitutinax hace 5 años
Te estoy soñando, Dios, te estoy creando,
porque soñarte es crear tu nombre.
Siento el terrible afán del primer hombre,
a su imagen te hacía sollozando.
Estaba en soledad el hombre, cuando
sintió que su interior se desgarraba
—¡oh carne de mujer, que no bastaba!—.
Estaba en soledad el hombre amando.
Y dijo: "Hágase Dios". Y Dios se hacía,
con su carne mortal, con su esperanza
de eternidad —con la esperanza mía—,
lentamente, a su torpe semejanza.
Y al hombre en su interior le renacía
por Ti, oh Dios, ¡mi Dios!, su confianza.
Dios le miró, la tarde estaba quieta,
atardeciendo sobre la colina.
Un hálito inmortal, una divina
ala rozó la frente del poeta.
Dios le olvidó, que Dios también olvida,
y el hombre se sintió desamparado.
Su inquieta carne resolvióle airado,
su soledad dolió como una herida.
Estrechaba en sus brazos la hermosura
efímera del mundo. Sosegaba
su carne, mas crecía su amargura.
Una tristeza injusta le ganaba.
Y Dios, como una luz, desde su altura,
paternal, sonriente, le miraba.
Existes porque existo y te proclamo,
porque temo a la nada adonde voy,
más que a esta soledad donde ahora estoy,
donde ahora estoy, Señor, donde te amo.
Si Dios te llamas porque así te llamo,
existo porque Tú me sueñas. Soy
sólo sueño de Dios. No vive el hoy,
ni el ayer, ni el mañana que reclamo.
Triste, de una tristeza que te heredo
(¡oh tristeza de Dios, oh llaga viva!),
humanamente caigo, mas tu dedo
torna a su sitio el fiel de mi balanza
¿Cuándo, desesperada y pensativa,
reposará mi carne en la esperanza?
(Rafael Montesinos)
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