Oración enviada por xanitutinax hace 5 años
El habla delicada
del amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios.
Su meliflua palabra
corta como rocío,
y con ella florece
el corazón marchito.
Tan suave se introduce
su delicado silbo,
que duda el corazón
si es el corazón mismo.
Tan eficaz persuade,
que cual fuego encendido
derrite como cera
los montes y los riscos.
Tan fuerte y tan sonoro
es su aliento divino,
que resucita muertos,
y despierta dormidos.
Tan dulce y tan suave
se percibe al oído,
que alegra de los huesos
aun lo más escondido.
Al monte de la mirra
he de hacer mi camino,
con tan ligeros pasos,
que iguale al cervatillo.
Más ¡ay Dios! que mi amado
al huerto ha descendido,
y como árbol de mirra
suda el licor más primo.
De bálsamo es mi amado,
apretado racimo
de las viñas de Engadi,
el amor le ha cogido.
De su cabeza el pelo,
aunque ella es oro fino,
difusamente baja
de penas a un abismo.
El rigor de la noche
le da el color sombrío,
y gotas de su hielo
le llenan de rocío.
¿Quién pudo hacer
¡ay cielo! temer á mi querido?
que huye el aliento y queda
en un mortal deliquio.
Rojas las azucenas
de sus labios divinos,
mirra amarga destilan
en su color marchitos.
Huye Aquilo, ven Austro
sopla en el huerto mío.
Las eras de las flores
den su olor escogido.
Sopla más favorable,
amado ventecillo;
den su olor las aromas,
las rosas y los lirios.
Mas ¡ay! que si sus luces
de fuego y llamas hizo,
hará dejar su aliento
el corazón herido.
[Deliquios del divino amor.
Madre Francisca Josefa del Castillo].
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